Ruta de Saramago
En 1998, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura.
Palacio Nacional de Mafra
MonumentoBasílica
Diseñada por João Frederico Ludovice, que Saramago cita en su obra “Memorial del convento”, ocupa la parte central del edificio, rodeada por torres de campanas. Construida según el estilo barroco, en su interior encierra, entre otros tesoros, la colección más importante de escultura barroca que existe fuera de Italia, así como un conjunto único de seis órganos encargados por D. Juan VI. Su cimborrio, que mide 65 metros de altura, fue el primero que se construyó en Portugal.
Palacio Nacional de Mafra
MonumentoEnfermería
Cuando entras en esta dependencia, donde, en otros tiempos, circularon frailes enfermeros, médicos y sangradores alrededor de enfermos en estado grave, te sientes como si viajaras en el tiempo. De un lado y otro, se alinean pequeños compartimientos con sus camas y modestas cómodas de apoyo. Las camas, giradas hacia la pequeña capilla instalada al fondo de la vasta sala, permitían que los enfermos asistiesen a la celebración de la misa...
Palacio Nacional de Mafra
MonumentoCapilla privada del rey
También denominada capilla de San Juan Carpintero, está situada en el torreón norte, donde se concentran los antiguos alojamientos del rey y está toda revestida de piedra portuguesa: calcáreo y lioz, un tipo de calcáreo raro, en tonos de rosa, verde y marfil. Por ironías del destino, estos aposentos nunca serían habitados por D. Juan V, rey que ordenó edificar este suntuoso monumento. La misma ironía que utiliza José Saramago en la narrativa de toda la obra sobre el convento de Mafra.
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MonumentoCuarto del rey
Tiene en exposición la pieza de mobiliario más valuosa de todo el palacio: una cama cuadrada, una pieza de 2 m x 2 m en estilo Imperio. Este cuarto, que fue habitado por la realeza hasta la muerte de D. Fernando en 1885, pasó a ser utilizado para recibir huéspedes importantes de visita a Mafra.
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MonumentoSala de los Destinos
A través de amplias ventanas encaradas hacia la basílica, era en esta sala donde la realeza asistía a la misa. En el otro lado, existe un balcón, encarado hacia el exterior, donde se encuentra la piedra a la que José Saramago dedicó un capítulo entero de “Memorial del convento” – solo para resaltar el trabajo colosal de los hombres que irguieron este inmenso monumento.