Maria da Mouraria, la única casa de fados del barrio con el mismo nombre, está situada en el edificio donde vivió Severa, según cuenta la leyenda la primera fadista de todos los tiempos. En este espacio, totalmente reformado, pero muy acogedor, se puede comer y cenar. A partir de las 21:30, se oye fado en directo y regresa la magia de otros tiempos.
El Largo das Portas do Sol se abre hacia el sur con el mirador que tiene el mismo nombre, desde donde se ve todo lo que inspira al fado. Se recomienda a turistas, poetas, aficionados, fotógrafos, amantes, ingenieros paisajistas, bohemios, artistas, fadistas y otros peregrinos.
Pegada a la barandilla que la rodea, hay una terraza con quiosque donde se sirve sangría helada y burritos de pollo o atún, entre otras tapas, a precios asequibles.
Circula entre la Rua de S. Paulo y el Largo do Calhariz, cruzando Bica, uno de los barrios típicos de Lisboa. Desde la ventana, se disfruta de una vista de las casas antiguas, con sus tendales de ropa de colores y balcones con flores y el ambiente de barrio, con sus tabernas y las labores de su gente.
En las barandillas de este mirador, forradas con azulejos y con un cobertizo repleto de buganvillas, percibimos la magia del lugar. La vista sobre el Tajo y Alfama, de donde destaca la fachada de la iglesia de San Esteban, las torres de la iglesia de San Miguel y la cúpula de la iglesia de Santa Engracia (ya fuera del perímetro del barrio) convierten este lugar en un rincón ideal para susurrar fado romántico al oído de su novia.
Este lugar está minado de historia del fado. Fue aquí donde Alfredo Marceneiro recibió, en 1947, la distinción de Rey del Fado y Amália Rodrigues grabó, en 1992, un álbum en directo que tituló «Amália no Café Luso». Fundado en 1927, el «Café Luso», en la Avenida da Liberdade, vive desde 1940 en el corazón el Barrio Alto.
Ofrece a los visitantes una de las vistas más imperdibles sobre el barrio de Baixa de Lisboa. Está formado por dos terrazas conectadas por escaleras de piedra. La primera está arbolada, en la cual podemos admirar un panel de azulejos que reproduce la vista que desde allí se aprecia, y una bonita fuente, en el centro. El nivel inferior presenta canteros geométricos y bustos de dioses y héroes portugueses del periodo de los descubrimientos.
Fundada en 1937 por Armando Machado, violinista y compositor, y por la cantadora Maria de Lourdes, su mujer, la Adega Machado es uno de los mayores bastiones del fado en el Barrio Alto. Amália, Maria da Fé y Mariza son algunos de los grandes fadistas que actuaron allí y en la amplia galería de clientes ilustres constan los nombres de Kirk Douglas y la actriz brasileña Sónia Braga.
Situado en la frontera entre Mouraria y el barrio del Castillo, este mirador se encuentra encima de un edificio que, en otros tiempos, funcionó como mercado. Desde allí se puede contemplar la zona Baixa de Lisboa y el Tajo. Se puede tomar una copa o incluso una comida completa allí mismo, pues dispone de restaurante.
Mário Pacheco, el consagrado guitarrista y compositor, convirtió este espacio en una referencia para los aficionados al fado. Lo llamó club, para sugerir que allí se cultiva la elegancia y el convivio. El comedor tiene un techo ojival, columnas de piedra y un pozo morisco. Por esas paredes centenarias, todas las noches resuena el Trio de Guitarras de Mário Pacheco y, cómo no, el fado.
El Panteón Nacional fue, en otra época, una iglesia, construida en 1568 y casi destruida por un temporal casi un siglo después. Sus obras de restauración solo se terminaron en 1966. Bajo su cúpula, conserva el espacio majestuoso de la nave, decorado con mármoles de colores, y es aquí donde se encuentran, desde julio de 2001, los restos mortales de Amália Rodrigues.
Con terraza y ambiente típico, en este simpático restaurante se puede tomar tapas o una comida completa, donde no faltan especialidades de la cocina tradicional portuguesa, como el bacalao, los pinchos de novillo y los mejores vinos locales. Todos los días hay actuaciones de fado en directo. Pastel de Fado ofrece precios especiales para grupos.
A Severa ha sido gestionada por la misma familia durante tres generaciones y se mantiene fiel al nombre que adoptó, el de la mítica cantadora, que es considerada la primera gran cantadora de fado profesional, Maria Severa Onofriana (1820 - 1846). Espacio donde la tradición tiene lugar en la mesa y el culto del fado se reconoce en cada detalle.
Este edificio del siglo XVI, donde vivieron los condes de Linhares, quedó muy afectado por el gran terremoto que sacudió la capital portuguesa en 1755. Lo que queda del viejo edificio es muy poco, pero la restauración le ha dado el encanto del siglo XVIII que hoy reconocemos. Hoy, la Casa de Linhares es una de las casas de fado con más prestigio de Alfama.
En el pasado, este lugar funcionó como punto de venta de carbón y vino, pero, con el tiempo, se transformó en un rincón fadista. Hoy, este restaurante, situado en una de las principales entradas del barrio de Alfama, es propiedad de la fadista Maria Jô-Jô e identificado como un lugar lleno de historia y simbolismo.
En esta sala de actuaciones, situada en una de las zonas con más encanto de la Baixa lisboeta, se puede apreciar, durante alrededor de una hora, el fado en directo. En un ambiente íntimo y con una acústica adecuada, esta experiencia será uno de los recuerdos más marcantes que podrás asociar para siempre a Lisboa.
Ubicado en el Palacio Ludovice, del siglo XVIII, se encuentra un bar de lujo, donde se pueden probar varias categorías y tipos de vino de Oporto y del Duero. En estas instalaciones existe incluso una sala de pruebas, magnífica, toda forrada con azulejos del edificio original. Al final del día, después de un periplo por la zona de Baixa lisboeta, este es un lugar de visita excelente.
Ubicado en el Palacio de Senhora da Murça, cerca de la Sé, el Páteo de Alfama forma parte del recorrido de las murallas de Lisboa. Integrado en su espacio se encuentra un trozo de la antigua muralla, la primera de Lisboa, construida en el siglo V por los romanos, un tesoro arqueológico que le brinda un encanto muy especial. Actuaciones diarias de fado y folclore forman parte del menú de la casa.
Esta casa, donde Amália Rodrigues vivió medio siglo, sigue tal y como ella lo dejó. La idea es transmitir al visitante esa autenticidad, para que pueda respirar el ambiente más íntimo de la fadista e imaginarse como serían sus noches, pasadas entre amigos y guitarras. En la casa museo Amália Rodrigues, también se puede comer o tomarse unas tapas. En su patio, todos los domingos, se sirve brunch.
En su página web, se lee: «Quien tiene alma fadista, incluso siendo aficionado, lo canta bien... porque lo hace con amor». Significa que, en esta casa, situada en el barrio de Alcântara, además de fadistas profesionales, se pueden escuchar las actuaciones espontáneas de los aficionados que pasan por allí. En este ambiente castizo, se puede encontrar, en cualquier caso, el fado en la mesa.
Esta asociación ha desempeñado un importante papel en la renovación de Mouraria, desde el punto de vista social y cultural. Organiza eventos en los que promueve la multiculturalidad que caracteriza este barrio, donde actualmente viven y trabajan personas oriundas de los cuatro continentes. Tiene una cafetería acogedora, con música ambiente siempre estimulante y con mucha información para dar a quien desee conocer Mouraria por dentro.