Si hay un vino que rezuma mar, es Colares.
Producido esencialmente a partir de las castas Ramisco y Malvasia en llanos de arena, el vino de Colares se enfrenta a los fuertes vientos del Atlántico cargados de sal para llevar a la mesa blancos y tintos únicos y extraordinarios, mejores cuanto más envejecen.
Muy escasos, ya que el área de producción es diminuta y las intemperies frecuentes, los buscan quienes adoran las rarezas y no les importa esperar por algo realmente especial.
Los brancos son casi salados y los tintos, llenos de taninos, ganan con el paso del tiempo en botella.
Con solo trece productores que siguen luchando por la producción de un vino tan especial, vale la pena ir a la Bodega Regional de Colares y reservar una visita – y una cata – para conocer más de este buen vino.
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