He viajado por África y por Europa, pero aparqué mi furgoneta roja entre el Castillo y Santa Catarina, y adopté esta ciudad cosmopolita.

Me conquistaron la luz, los colores, la historia, la cultura, la gente, el placer de contemplar el Tajo y un futuro desafiante y prometedor. En lo alto del Castillo de San Jorge reconstruí una casa en la antigua cárcel de mujeres. Casa que hoy es el Chapitô: un espacio de cultura y libertad de creación artística abierto al mundo.

Han pasado 30 años y la sociedad ha cambiado, se ha globalizado, se ha democratizado y se ha vuelto multicultural. Hoy en día, los vecinos son cómplices y acogedores. Las calles rebosan de vida y el tiempo parece no abarcar toda la realidad. ¿Cuántos turistas nos han visitado, disfrutando de las actividades artísticas circenses al servicio de la educación y con una vocación social? ¿Cuántos jóvenes han construido aquí sus trayectorias artísticas? La cultura es, sin duda, un vehículo entre mundos. Entre el mundo y esta ciudad.

Creo que cada sociedad tiene la alegría, la cultura y la imaginación que merece. Lisboa tiene el Chapitô.

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